Después de meses de encierro durante la pandemia del coronavirus COVID-19, la
desescalada llega a su fin y nos acercamos a la denominada “nueva normalidad”.
Llevamos más de dos meses en los que el nivel de actividad física se ha reducido a
prácticamente cero, el teletrabajo nos ha hecho pasar más horas de las que
deberíamos sentados y han aparecido molestias y dolores que no teníamos antes del
confinamiento o que si teníamos, pero de una intensidad mucho más baja.
La falta de actividad física tiene un impacto muy negativo en nuestro cuerpo y nuestra
mente. Desde pérdida de masa muscular, funcionalidad, densidad mineral ósea,
pasando por empeoramiento general de la condición física hasta incluso cambios
emocionales y de calidad del sueño. Nuestro cuerpo pierde funcionalidad, nuestro
huesos, músculos y tendones se vuelven más débiles y nuestro sistema cardiovascular
pierde eficiencia.
El ser humano está diseñado para el movimiento y durante la desescalada y el paso a
la “nueva normalidad” debemos aumentar nuestro nivel de actividad física diaria y de
ejercicio físico, pero no todo vale.
Para reducir el riesgo de lesión en la vuelta a la actividad física durante la desescalada
y librarnos de ese dolor que nos ha acompañado durante el confinamiento, debemos
realizar un entrenamiento individualizado y funcional, adaptado a nuestras
necesidades y con un adecuado control de las cargas, pues estamos ante una situación
única en la que tenemos que adaptar el tiempo, la intensidad y la carga de forma muy
precisa para revertir los cambios en nuestro organismo y que la “nueva normalidad”
sea placentera en todos los sentidos.
Volver a disfrutar de lo que más te gusta, ya sea sólo, con tu pareja o con tus hijos es
posible, pero debes hacerlo poco a poco y con las medidas de seguridad necesarias
para que todo evolucione de manera correcta.